viernes, 8 de mayo de 2015

SWEET HOME (2015). Rafa Martínez

Filmax, instaurada todavía en el efecto [REC] (Jaume Balagueró & Paco Plaza, 2007), vuelve a la carga con un título de terror donde ciertos elementos remiten nuevamente a la popular y exitosa franquicia: el interior de un edificio para desarrollar la acción como centro neurálgico, infinitas carreras de planta en planta, un violento gore marca de la casa (confeccionado por David Ambit y Lucía Salanueva), Barcelona como epicentro de los acontecimientos, accesos a unos pisos decrépitos y donde el silencio amenaza, e incluso un tema musical, disparado desde un vinilo, con intención de adueñarse de la atmósfera en una secuencia que nos remite claramente a la ya mencionada saga.      
Instaurados los parámetros, se presenta el debut en el largo de Rafa Martínez, habitual de la compañía catalana en la edición de tráilers y que ya conocía la dirección gracias al mundo del cortometraje, entre ellos el exitoso Zombies and cigarrettes (2009), codirigido junto a Iñaki San Román.

Con guión confeccionado a tres bandas, Martínez inclusive, y un único escenario, el ya citado bloque, su realizador nos ofrece una feroz visión de los desalojos cuando hablamos de vecinos milenarios que, ante la negativa de abandonar el dulce hogar, empiezan a recibir las fortuitas presiones. Ahora serán “los fumigadores”, un salvaje grupo integrado por asesinos sin escrúpulos ante los ancianos barceloneses los encargados de dirigir la batuta. Una joven y su novio que deciden pasar la noche en uno de los pisos del destartalado edificio serán el siguiente objetivo cuando los exterminadores deciden visitar la finca y liquidar al último vetusto; la parejita (ella trabajadora de una inmobiliaria) tendrá las horas contadas…

De correcta duración, el home invasion que nos acontece se desarrolla y construye de forma dinámica desde el momento que los cónyuges, Alicia (Ingrid García-Jonsson) y Simon (Bruno Sevilla), “parten peras” en el inmueble y acceden los aniquiladores. Un Simon, por cierto, que cuesta digerir debido a su extraña expresividad y al esfuerzo de aceptar su personaje, donde las incongruencias en las decisiones (también las de Alicia) juegan en su contra; ella en cambio se adapta mejor, de modo más natural, aunque patinando en resoluciones erróneas y pausas de exagerada tranquilidad ante la amenaza que, en una situación "real", sería totalmente ilógico. 
Puntualizaciones que no desmerecen su parte central, una fracción nerviosa, feroz, sangrienta, y con unos mecanismos de construcción formales y eficaces, dotando a la cinta de un tono compacto, claustrofóbico e intenso. 
Es obligatorio realizar una parada en su cierre, fase donde interrumpe la debilidad y donde lo inadecuado se hace protagonista. Una incorrección, por cierto, demasiado extendida en el cine de terror. Barreras que se pueden fracturar, no ser siempre políticamente correctos, y aprender a aceptar que la injusticia, en muchas ocasiones, debe ganar la batalla a la esperanza. Las normas se pueden romper, y no siempre contentar al espectador, entre otros; toca arriesgar, continuar por la senda del pánico hasta sus últimas consecuencias, y dejar al personal con un mal cuerpo, ¡así también debe actuar el terror! Y es algo que Sweet Home pedía a gritos...