La
opera prima de Kent, lástima la demora a la hora de
iniciar su andadura en la realización viendo el excelente resultado
(lleva cerca de dos décadas centrada en la interpretación), se
saldó tras su paso por la 47 edición del SITGES - Festival
Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya con el Premi Especial
del Jurat y el de mejor actriz para su protagonista, Essie Davis;
para un servidor, insuficientes. Sin lugar a dudas el debut en el
largometraje de la directora australiana merecía mucho más... Su
aterradora visión del hogar familiar a través de los ojos de una
madre y su hijo, alimentada por la fatalidad y los monstruos que
percibe la mente del menor, se traducía en una cinta a la altura de
los grandes films de terror de estos últimos tiempos, como The
Conjuring (James Wan, 2013) o Sinister
(Scott Derrickson, 2012), ya que Babadook se
articula de secuencias que bien podría haber filmado el realizador
malayo: encuadres
impecables,
zooms aterradores,
movimientos repletos
de intranquilidad,
resonancias esculpidas
en el averno, y todo
auspiciado
de una vigorosidad
y
efectismo alucinante. Y
lo más importante: terror en estado puro.
Y
es que la historia de Amelia
(Essie Davis)
y su hijo Samuel (Noah
Wiseman) se presenta
repleta de capas, de lecturas que van más allá del terror para
trascender a un plano psicológico, de profundas reestructuras
mentales, donde la histeria
y la contaminación
que envuelven
un
hogar frío y gris, a medida
que avanza su metraje se
recrudece, sitúa
a la cinta en lo alto del panorama. Y todo gracias al libro Mister
Babadook, un cuento para
críos escrito por el mismísimo Moloch,
donde sus páginas son un llamamiento al Mal, una
senda al eterno temor de los
mortales a lo desconocido; conclusión:
la creación
de un insólito
Boogeyman.
Una
angustiosa y escalofriante pesadilla secundada por una de las mejores
secuencias vistas en pantalla y donde un inocente vehículo y sus
dos ocupantes colmarán el escenario de pánico. Y es que Essie
y Noah se infiltran en sus roles, de tal manera, que parecen
extraídos del cuento más despiadado y arrojados al infierno para
construir dos papeles memorables. De
obligada visión.
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