lunes, 1 de mayo de 2023

Ramiro Oliveros: de Caño a Margheriti

Corría el año 2017 cuando contacté por teléfono con el actor Ramiro Oliveros (Madrid, 1941-2023) gracias al realizador Luis Esquinas. Su rotunda voz al otro lado del transmisor reconozco que imponía... pero una vez le conté el motivo de mi llamada ¡fue todo un caballero! Sin apenas fijar el día de la entrevista en nuestra primera conversación, empezó rápidamente a relatarme diversas historias de su vida en el teatro, de sus viajes... y yo como buena gacela me lo llevé a mi terreno: a las cintas de Jesús FrancoJavier Aguirre o Antonio Margheriti.

Finalmente, fijamos el día para realizar la interviú, que publicaba en el número 29 de El Buque Maldito en julio de 2018 (y que a continuación vais a poder leer). ¡Y con la portada centrada en El pantano de los cuervos! Dirigida por Manuel Caño en 1973 y con Oliveros como protagonista. Con la promesa de entregarle un ejemplar en uno de los viajes a Madrid, en septiembre de 2018 me recibía, junto a Mónica García Massagué, en su chalet de Somosaguas, situado en el municipio de Pozuelo de Alarcón, donde vivía junto a su esposa Concha Márquez Piquer

De nuestro encuentro marché para Barcelona con material firmado de Apocalypse Domani (película donde compartía reparto con el también recientemente fallecido Giovanni Lombardo Radice), con el regalo de su novela La baronesa interminable (editado pocos días antes de nuestro encuentro) y el placer de haber compartido un buen rato con uno de los monstruos de nuestro cine. Descanse en paz. 


Tus primeros trabajos en la cinematografía española están situados al inicio de la década de los setenta, donde simultáneamente también debutas en la televisión. Pero con anterioridad, tu carrera como actor estaba estrechamente vinculada al teatro fuera de nuestras fronteras, estudiando e iniciándote en dicha arte escénica en distintas ciudades de Europa.

Yo siempre me he considerado un actor de teatro. Digamos que no soy actor de cine, he hecho de actor de cine, que es muy distinto. A lo largo de mi carrera he realizado mucho teatro, ya que siempre fue el arte que me interesó y, además, aunque en algunos momentos no me ha dado para sobrevivir, en otros sí. Me refiero a los momentos posteriores a mi matrimonio con Concha Márquez Piquer, cuando el cine y la televisión comenzó a olvidarse de mí. Fue en ese momento, cuando he pisado casi todos los escenarios de Madrid, terminando con mi intervención como Don Juan Tenorio en el Teatro Español de Madrid, en 2002, cuando decidí cortarme, provisionalmente, la coleta. Me retiré.

A mediados de los años sesenta regresas a España, donde el teatro sigue siendo tu prioridad. Hasta que en 1972 intervienes en la televisión, trabajando en el programa teatral Hora once. ¿Qué tal tu paso por la pequeña pantalla?

En los años setenta tuve mucha actividad en la televisión, al igual que en el cine. Aunque quizá, en la década de los ochenta intervine más todavía en la televisión… Sí, trabajé en Hora once. También en Estudio 1 e incluso con distintos realizadores, como José Antonio Páramo y Pilar Miró. Con Páramo hice una magnífica versión de Sur de Julian Green, junto a la actriz Marisa Paredes; y con Pilar Miró una magnífica versión de la novela de Dostoievski Humillados y ofendidos, encarnando el personaje de Ivan Petrovich.

En 1973 debutas en la gran pantalla. ¿Cómo aterrizas en el cine?

Al volver a España fundé un grupo de teatro independiente llamado Nasto. Era un buen momento para el teatro en nuestro país, con gente muy interesante como el grupo Los Goliardos o Els Joglars con el magnífico Boadella, en Barcelona. Comencé en la televisión porque fue donde me llamaron por primera vez para hacer un personaje en la citada Hora once, ya que buscaban una cara bonita con buena pinta. De ahí salté al cine. Y, posteriormente, ya con un representante, empecé a conocer a diversos directores. Al cine, al final, llego debido a que uno tiene que trabajar y comer, ya que el cine daba dinero en aquella época y el teatro independiente, apenas nada.

¿Recuerdas cuál fue tu primera película?

Mi primera película, como protagonista, fue El pantano de los cuervos a las órdenes de Manuel Caño.

Te lo preguntaba ya que en el año de tu debut cinematográfico, 1973, confluyen diversas películas enroladas al género en las que participas: Al otro lado del espejo, de Jesús Franco; Un par de zapatos del 32, de Rafael Romero Marchent; El asesino está entre los trece, de Javier Aguirre; y El pantano de los cuervos, de Manuel Caño.

Todo eso fue casi al mismo tiempo que realizaba trabajos para la televisión. Recuerdo especialmente el rodaje en Barcelona de los cinco primeros capítulos de La saga de los Rius, al lado de Maribel Martín. En Un par de zapatos del 32 trabajé junto a Ray Milland, con quien volvería a coincidir, en 1977, en La chica del pijama amarillo, junto a la actriz Dalilla Di Lazzaro.

Recuperamos El pantano de los cuervos. ¿Cómo era Manuel Caño en los rodajes?

Era un hombre muy meticuloso, muy trabajador. Cuidaba mucho el rodaje, hacía todo lo mejor que podía con el presupuesto que había. Era un hombre grande. Tengo un buen recuerdo de él.

Es curioso lo maltratada que ha estado siempre en nuestro país y lo bien aceptada que está en el extranjero, sobre todo en EE.UU. donde es considerada una película de culto.

Manuel me llamó, contactó conmigo, y trabajamos juntos muy bien, todo muy cómodo. La rodamos íntegramente en Guayaquil, Ecuador. Recuerdo el calor extremo que sufrimos durante el rodaje, no se lo deseo a nadie. Tengo un gran recuerdo de aquella película. Y, además, nos hicimos muy amigos Manuel Caño y yo.

¿Qué tal el trabajo a las órdenes de dos grandes de nuestra cinematografía, Jesús Franco y Romero Marchent?

Con Romero Marchent la verdad que bastante bien. Tengo buenos recuerdos de una película rodada en Costa Rica y Panamá, Tu Dios y mi infierno, también dirigida por Marchent, junto a actores americanos como John Phillip Law, o Analía Gadé y Javier Escrivá, entre otros. Con Jesús Franco la relación que tuve era muy peculiar. Leí el guion y mi personaje en la película, al final, muy poco tenía que ver con lo leído... Tenía la sensación que yo era una persona incómoda para él, ya que me pedía cosas que no quería hacer. Además que mi personaje se convirtió en irrelevante y apenas duró diez minutos en pantalla.

Mención especial a El asesino está entre los trece, donde el plantel de actores es abismal: Patty Shepard, Simón Andreu, Jack Taylor, Dianik Zurakowska, Paul Naschy, tú, etcétera. 

Una película muy bien realizada por parte de Javier Aguirre. Y además un gran reparto y buenos compañeros. Me encontré con muchos actores que ya conocía de la televisión. Tengo un recuerdo muy cariñoso de casi todos ellos.

En 1975 trabajas en La cruz del Diablo de John Gilling, adaptación de El monte de las Ánimas de Gustavo Adolfo Bécquer escrita por Juan José Porto y Jacinto Molina. Una propuesta atractiva, aunque fallida en algunos aspectos, y de cierto aire a los films de género británicos de aquella época.

Gilling era maravilloso, nos cogimos mucho cariño mutuamente. Y la verdad es que me fue muy bien con todos los compañeros de reparto en una historia donde incluso aparecían los Templarios. Recuerdo una anécdota muy curiosa. Junto a Adolfo Marsillach, Carmen Sevilla y Eduardo Fajardo estuvimos en una carroza no sé cuánto tiempo... son esos tiempos interminables donde los actores nos pasamos horas esperando a que cambie la luz o dejen de pasar aviones en el cielo. Mientras esperábamos, a Carmen Sevilla se le ocurrió comentar que su marido de entonces, Augusto Algueró, le había regalado una cama “con doncely Marsillach, con su retranca habitual, le preguntó: “¿Ah, sí? ¿Y cuántos años tiene el muchacho?”. Lo que provocó nuestras risas. Tuvimos que corregir a Carmen, ya que debería haber dicho “dosel” en lugar de “doncel”. En fin, cosas de la precaria incultura de tantas folclóricas de esos tiempos. Yo no entendía muy bien que alguien que estaba junto a una persona culta como era su marido de entonces ni siquiera hubiera aprendido a hablar con propiedad.

Al margen de Desnuda inquietud (Miguel Iglesias Bonns, 1976) y Más allá del deseo (José Antonio Nieves Conde, 1976), donde ambas comparten tintes de thriller psicológico, apenas tienes contacto con el fantástico y el terror en ese tramo final de década... Hasta 1980, donde trabajas en Virus del realizador italiano Antonio Margheriti. Una coproducción entre España e Italia con el mítico John Saxon en su reparto.

En aquella época había sufrido un accidente, en concreto cuando acudí a San Sebastián a presentar una de mis películas favoritas: Memorias de Leticia Valle, de Miguel Ángel Rivas. Por cierto, la primera película, creo, de la actriz Emma Suárez, qué tanto ha dado que hablar. Me llamó José Frade para ver si quería, y podía, trabajar en Virus, debido al accidente. Le dije que sí, que la podía hacer, pero que aún cojeaba. Me contestó que no importaba, que mi personaje podía ir con un bastón. La película la rodamos en Atlanta. Recuerdo que el productor me advirtió que era una ciudad peligrosa y que no debía andar por las calles, poniendo a mi disposición un coche y recomendándome que fuera de parking a parking y que jamás paseara solo a pie por la ciudad. No le hice el mínimo caso y jamás me pasó nada. Tiempo después volvería a trabajar con italianos en la serie de televisión Piazza di Spagna, al lado de Fabio Testi y dirigida por Flavio Mogherini.

Viaje al más allá (1980) y El ser (1982), ambas de Sebastián D’Arbó, te sitúan en un fantástico enigmático, donde los fenómenos paranormales son el eje de ambas cintas.

De las dos películas que hice con Sebastián D’Arbó, la que más me interesa es Viaje al más allá. Era una buena película de cine fantástico con todas aquellas historias que se van relatando. Son temas que le gustaban mucho a Sebastián. Y además con Ibáñez Menta en ambas películas, un gran actor.

Hundra (Matt Cimber, 1983) te transporta a un relato de aventuras y fantasía.

Sí, tenía un pequeño papel en la película junto a una actriz algo desconocida, que a su vez era la pareja del director. La rodamos en Almería y era coproducción entre España y EE.UU. El productor español era José Truchado. Fue él quien me llamó para trabajar en Hundra.

En 1987 intervienes en la cinta de terror Dark Tower, dirigida por Ken Barnett. ¿Qué recuerdas de ella? Hasta el día de hoy, tu última intervención en el fantástico.

No recuerdo haber trabajado en esta película… quizá hice un papel secundario. Yo creo que ni la he visto(1).

Ya en los noventa, y casi hasta la actualidad, tu trabajo como actor ha estado muy centrado en el teatro. ¿Por qué te apartas del cine?

A partir de mi matrimonio con mi actual esposa, Concha Márquez, el mundo del cine me comienza a llamar menos… no sé los motivos. En algún caso me aclararon que me había vuelto un actor caro y me dejaron de lado. Tampoco me preocupé en exceso, la verdad. Así que recuperé mis orígenes: el teatro. Siempre ha sido mi vida. Con Concha, en la década de los ochenta, trabajé en una película mexicana titulada El cafre. También en dicha década y en México trabajé para la televisión en un montón de capítulos de una telenovela titulada Mañana es primavera.

¿En la actualidad continúas enrolado de alguna manera al teatro?

No. Ya lo dejé. O quizá me ha dejado él…

Por último, ¿cómo valoras tu carrera de actor después de varias décadas trabajando en cine, teatro y televisión?

Para mí el teatro ha sido lo más importante. Como decía mi amigo Fernando Fernán-Gómez: “En el cine no te pagan por actuar, te pagan por esperar”. Pasabas muchas horas esperando para rodar. El cine me ha interesado en cierta manera, pero no me importó mucho, nada significativo. El teatro, en cambio, ha sido mi vida. Escribí varias obras y algunas de ellas estrenadas en Italia o Francia. Por ejemplo una versión de La vida es sueño de Calderón de la Barca, con el título Proceso a Segismundo, que presenté en un festival llamado Incotroazione 71. Gané el primer premio como Director, Autor y Protagonista, haciendo gira con la obra por Catania, Padua y otras ciudades italianas. Al llegar a España, me fue prohibida por la Censura de ese estúpido régimen de Franco. Y en París estrené otra obra corta titulada Abderraman y Cleopatra, en el teatro L’ Epais du Bois. Yo diría que esas dificultades con la Censura fueron las que me empujaron a meterme en el mundo del cine comercial. Y luego mi trayectoria como autor, completamente silenciada y, desgraciadamente, opaca para el gran público; me siento olvidado y disminuido por tan solo contar con esa trayectoria de actor famosillo y con una buena dicción.

Amplia carrera la tuya, sin duda.

Y si te digo la verdad, de lo que realmente me siento orgulloso no es de haber sido ese protagonista de más de cuarenta películas, sino de mi vena de autor. Llevo escritas algunas comedias y más de ocho novelas, algunas realmente interesantes y que casi no han visto la luz. En cierta ocasión, le pasé a ese gran director que es Gerardo Vera una de mis comedias, La baronesa interminable. Me dijo que le había interesado enormemente, pero que tenía un presupuesto demasiado alto para sus posibilidades. Y es que esa es la única obra mía que escribí a sabiendas de que jamás se estrenaría, a no ser que llegara un productor multimillonario y con ganas de mostrar el mundo tal y como yo lo veo.                                  

Diego López-Fernández


Notas

(1). Dark Tower, coproducción entre España y EE.UU. y editada en nuestro país en vídeo bajo el título Torre de cristal, sí contó con la participación de Ramiro Oliveros, acreditado bajo el nombre de Radmiro Oliveros. Incluso, muchas secuencias exteriores del film están rodadas en la ciudad de Barcelona.


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