Delirante y exquisita serían las dos palabras más acordes
para definir, brevemente, la nueva locura fílmica de Álex de la Iglesia. Un
autor, tal como suena por mucho que moleste el apelativo a parte de la parroquia cinéfila,
A-U-T-O-R, que ha vuelto a reincidir en lugares comunes de su obra en una nueva
demostración de estilo, logrando construir su propuesta más fantástica —en
género y resultado— hasta el momento, y con la colaboración en el libreto del estimable Jorge
Guerricaechevarría.
Ya desde sus brillantes títulos de crédito iniciales,
donde coquetea con féminas, damas y brujería, deja entrever el fuerte papel de
la mujer en el film. Un protagonismo extremo que recaerá de forma lapidaria
sobre los actores Hugo Silva y Mario Casas, figurinistas y artífices de uno de
los atracos más divertidos y suicidas vistos en mucho tiempo en pantalla. Una
acción kamikaze que los conducirá hasta la población de Zugarramurdi, marco
ideal para que el realizador vasco, jugando en casa, explore y explote géneros
(comedia, acción, terror) y nos devuelva a su siniestro y emocionante universo,
demencial y sin escrúpulos, para ser testigos de un monumental y salvaje aquelarre sónico.
Situados en un cosmos alimentado de nigromancia, donde cabe el amor, la ferocidad e incluso un sarcástico grito
de auxilio frente al ámbito mujeril, con y sin sexo femenino entre sus piernas,
pura incorrección marca de la casa, De La Iglesia, apoyado en un magnánimo
reparto de tríos, Carmen Maura, Carolina Bang y Terele Pávez por un lado, y
Hugo Silva, Mario Casas y Jaime Ordóñez por el otro, sentencia de forma
soberbia una crónica de infarto e invocaciones acompañado por un clan de excelentes secundarios:
Macarena Gómez, Secun de la Rosa, Javier Botet, Carlos Areces, Enrique Villen…
a José Luis Moreno habría que darle de comer aparte.
Con un ejercicio final inmenso y descontrolado, a la vez
que maravilloso, ¡una oda al caos!, Álex se reafirma como uno de los realizadores
más interesantes del panorama cinematográfico mundial; íntegro, excitado, de
constante movimiento, un torbellino del séptimo arte.
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