Dos largos años ha tardado en estrenarse la nueva película de W. Brent Bell, director de la lejana Stay alive (2006). Ofrecida, sin mucho éxito, a diferentes festivales, y tras pasearse por mercados y distribuidoras, finalmente ha sido Paramount Pictures la compañía en adquirir el film. Algo que a priori, dicha tardanza en su venta, no es buena señal...
The devil inside, enmarcada en la corriente found footage, podríamos desglosarla en tres actos, similar a una obra de teatro. Sus —excesivos— noventa minutos de duración se resumen de esta manera: trescientos segundos iniciales sobrecogedores; cuarenta minutos posteriores densos y agónicos; y un resto de metraje que fluctúa entre el horror, el aburrimiento y la palabrería. Y es que la historia de Isabella (Fernanda Andrade), una joven que decide viajar a Italia en busca de la verdad acerca del trastorno psicológico de su madre, bien podría haberse desarrollado de forma más enérgica e inteligente.
Cuando acentúo los primeros cinco minutos de la cinta es debido a la huella que deja el horror al que asistimos inicialmente: la entrada a un hogar estadounidense, repleto de cadáveres fracturados, de un equipo de cámaras con la policía encargados de filmar el rastro de una macabro y sanguinario exorcismo. Cafre y despiadado a la par que formidable.
El metraje subsiguiente, con nuestra protagonista preparando su viaje a Italia, llegada y adaptación al país europeo, es torpe, pausado y sin carisma. El título, a medida que avanza, lastrado por sus débiles interpretaciones, va cayendo por su propio peso hasta finalizar con una serie de diabólicos ataques, levitaciones, visitas a templos, rezos y posesiones envuelto en más verborrea y desgana.
Con buenas intenciones y premisa, además de un sofisticado aparato para exorcizar (ya le hubiese gustado al Padre Karras contar con él), la aleación de thriller terrorífico y falso documental asociado al mal jamás funciona en The devil inside. Carente de suspense y de trama insostenible lo mejor de la cinta lo encontramos en una joven poseída capaz de contorsionarse hasta extremos insospechados y que el film se desarrolle en Italia, país católico y sagrado y, a su vez, un manantial de cine satánico.
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