El agua como desconexión y llave
aterradora; los sueños como escape distorsionado; las agujas como calculadoras
de instantes; y el pasado como telón de fondo. Con dichas piezas y obsesiones
el debutante en el largo Jorge Dorado
construye —y deconstruye— un impecable thriller
de tentativas al terror, donde los espacios cerrados y los desórdenes mentales
juegan papeles fundamentales en éste esmerado relato.
Desacelerada, pero en continuo movimiento, y jugando muy bien todas sus bazas, la cinta arremete a base de quimeras contra los protagonistas en una revuelta incesante de adversidades y desconcierto.
Desacelerada, pero en continuo movimiento, y jugando muy bien todas sus bazas, la cinta arremete a base de quimeras contra los protagonistas en una revuelta incesante de adversidades y desconcierto.
Con la mente de la joven Taissa Farmiga al descubierto, gracias
a los poderosos mecanismos del actor Mark
Strong, ambos notables y mortíferos, Mindscape se proyecta hacia el
espectador a modo de angustiosa alucinación, donde una serie de macabras y
prolíferas ecuaciones van dando paso a resultados inesperados.
Soberbia de principio a fin y
orquestada magistralmente por el compositor Lucas Vidal, Dorado se
mueve perfectamente en los dominios de la dirección, tenaz en todo momento, por
emplazamientos que, a buen seguro, cualquier degustador de buen cine ya ha
visitado en otros films, pero que ahora reinterpreta con habilidad
logrando un distinguido producto, y financiado, entre otros, por el también
director Jaume Collet-Serra en su
nueva aventura como productor bajo Ombra Films, dispuesto a conectar el género entre
EE.UU. y España.
En estos momentos, y visto el
resultado, una fórmula idónea y eficaz.
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